En la década de 1890, más de 170.000 caballos vivían y trabajaban en Nueva York. La acumulación de orina, estiércol y cadáveres de caballos provocaba un hedor de pesadilla. Cuando llovía, los residuos acumulados fluían hacia las bodegas de la ciudad.
Fuente: New York, manure and stairs: when horses were the cities’ nightmares