¿Quién es ella?
En la mitología azteca, Tlaltecuhtli es el dios de la Tierra. El nombre Tlaltecuhtli significa literalmente “Señor de la Tierra”, y ella merece ese nombre ya que desempeñó un papel en la creación de la tierra. El nombre es masculino, pero a menudo se la conoce como una diosa y generalmente se la representa en forma femenina.
nacimiento de un dios
La historia de Tlaltecuhtli comienza con dos dioses aztecas desconcertados: Tezcatlipoca, el dios de la materia, y Quetzalcóatl, el dios de la sabiduría. Acababan de crear las fuerzas que separan el cielo del agua en la superficie de nuestro planeta y querían que su planeta albergara algo más que peces. Decidieron que se necesitaba tierra, que la tierra era necesaria para los mamíferos.
En este punto, Tlaltecuhtli aún no era un dios, solo un monstruo que vivía en las aguas debajo de ellos. Los dioses acuerdan formar un equipo y destruir al monstruo. Tezcatlipoca usó su pie como cebo, colgándolo sobre el agua para atraer al monstruo hacia ellos. Tlaltecuhtli mordió el anzuelo, mordiéndose el pie. Los dioses aprovecharon su oportunidad, transformándose en serpientes gigantes y la derrotaron.
Aunque logró morder el pie de Tezcatlipoca, Tlaltecuhtli resultó dañada hasta el punto de que no podía nadar bajo el agua. Sobre su espalda, los 2 dioses crearon la tierra. Cuenta la leyenda azteca que en las noches tranquilas, los asentamientos costeros pueden escuchar el débil sonido del llanto de Tlaltecuhtli mientras soporta el peso de la tierra. Supongo que sería doloroso soportar toda una masa de tierra sobre tu espalda. Yo también lloraría.
Todas las plantas de la Tierra se reencarnaron de partes del cuerpo de Tlaltecuhtli. Su nariz se convirtió en las montañas, sus ojos en los lagos, su piel en la hierba y su cabello en los bosques.
La leyenda de este dios surgió por primera vez alrededor del siglo XI d.C., y rápidamente se extendió a otras civilizaciones, rindiéndose culto también al imperio maya. Siempre la describieron con la boca bien abierta, un símbolo de cómo ella contribuye a nuestras vidas, por lo que a su vez debemos contribuir a la de ella. Como era habitual en el ritual azteca, la única forma adecuada de contribuir era ofrecer un sacrificio de sangre.